Según la cultura oriental, el Chi o Qi, es uno de los tres tesoros de la vida con los que nacemos; es el plano energético de nuestro sistema; tal vez (para mí al menos), el plano más complejo con el que relacionarme y encontrarme. El más fácil de desequilibrar, mi plano más sensible y vulnerable. Luego tenemos un plano físico, tangible y diagnosticable; y un plano mental, racional y pragmático. Al igual que en otras culturas hablamos de cuerpo, mente y alma. Mi Chi es mi voz interna, mi teacher in my soul, mi conciencia que sabe, antes que mi voz, lo que necesita mi ser, mi espíritu; que suele ser siempre lo mejor para mi Jing y mi Shen (mi cuerpo y mi mente).
Suele serme más fácil encontrar variados factores que alteren mi Chi, que formas de mantenerlo sano. Suele serme sencillo que el exterior me desequilibre, me vuelva desordenada, desprolija, que pierda mis rutinas de trabajo, físicas, alimenticias, de entrenamiento, que me colme de pensamientos charlatanes en mi mente que no me dejen pensar de a una cosa por vez. En síntesis, pierdo mi Chi, mi faro, mi teacher, mi voz que es mi guía. Perdí mi Chi hace 10 días y hoy lo recuperé... corriendo, claro.
Pasos para perder mi Chi
Hace diez días algo en mi plano laboral cambió completamente; el plan que tenía en mi mente se modificó casi totalmente y me sentí en el aire. Me había temblado el piso y no sabía todavía en dónde quedaba parada, cómo acomodarme y qué decisión tomar. Perdí mi Chi en ese preciso momento, con ese exacto mail que me daba la noticia. No lo supe entonces, porque lo primero que apareció fue el enojo, la decepción, las preguntas y la angustia ante la falta de respuestas. Luego llegaron los desórdenes alimenticios; no seguir mi plan nutricional que tanto esfuerzo me ha llevado y que con ahínco he aprendido y me he educado; volví a tentarme con pavadas y esas decisiones me llevaron luego a sentirlo en el cuerpo. Me dolía el cuerpo, la panza, el abdomen que es el centro de mi cuerpo; se inflamaba y se enfermaba; vaya qué significativo. Falté al entrenamiento del martes, había dormido muy mal la noche anterior, y la anterior, y la anterior. Necesitaba encontrar mi Chi.
¿Qué es pensar en nada?
Algunos de mis compañeros de team, cuando corren, dicen que a veces pueden resolver cosas que los aquejan; algún problema laboral, alguna situación personal, una idea para una nota, resolver cualquier tipo de conflicto que los aqueja o los traba. Yo, no logro nunca solucionar nada, pero logro; cada vez más seguido y con mayor facilidad, el maravilloso milagro de: ¨no pensar en nada¨. Siempre que le pregunté a un hombre: ¨¿En qué estás pensando?¨ (sí, clásico de minita, en algún lugar lo soy), el 90% de las veces (y 90 porque tengo fé de que en algún futuro me respondan otra cosa), la respuesta es: ¨En nada¨. Wow! Maravilloso. Aplausos, por favor. Quién pudiera no pensar en nada! Es algo que envidio profundamente del género masculino. Si es realmente verdad que pueden no pensar en nada cuando sea que lo deseen, sería algo que como mujer, con miles de cosas en mi mente, sagitariana con ascendente en acuario (un quilombo), creativa e inquieta, pudiera lograr... creo que ya no necesitaría ni del chocolate para subir mis niveles de serotonina, simplemente me iría al Planeta de Nada, a pensar en nada. Por suerte, al menos una vez por semana, en mis fondos, y sobre todo si corro sola; puedo llegar a pensar en nada. Hoy lo hice.
Obviamente no sucede en los primeros kilómetros; ni en los segundos; tarda en llegar. Al principio es pensar en lo que me queda por delante, en respirar, tengo la voz de mi entrenador corrigiéndome la postura, pienso en mi hidratación, en la aparición o ausencia de dolores... pero después de un tiempo, hoy pude pensar en nada. Uno corre con amigos, con compañeros, con familares incluso; pero siempre corremos solos. Corremos con nuestro cuerpo, nuestra mente, nuestro corazón en el sentido más literal y poético también. Yo hoy corrí sola, conmigo misma, y me volví a escuchar; y a pesar de correr sola, corrí acompañada de todos los que me crucé hoy y chocamos manos o nos dimos aliento; pero sobre todo, hoy volví a equilibrar mi Chi. ¿Cómo? Al pasar el tiempo, la distancia aumenta y la fatiga en proporción, pero llega y crece la satisfacción de poder hacerlo, de la tarea cumplida, continuar, simplemente seguir, se transforma en la sonrisa que me colma el alma. Panza llena, corazón contento; alma sonriente, Chi en equilibrio.
Corrí sintiendo mi cuerpo, mis pasos, dejándome llevar por el disfrute de correr, de contemplar las copas de los árboles, el camino andado miles de veces, el viento de frente a la vuelta, el ímpetu del principio, el cansancio del último tramo y las fuerzas que aún quedan, el silencio. Estuve ahí, conmigo misma, a cada paso, diciéndome que disfrute, que el poder no se cuestionaba porque sabemos que podemos, que iba a llegar, era seguro; que simplemente disfrute. Las piernas van solas, y encuentro un ritmo en el que ya no pienso en el hecho de estar corriendo; ahí llego al planeta de Pensar en Nada. Es como hundirme en el agua, en donde no escucho claramente, y es paz y acción a la vez; correr se transforma en mi combustible. Y como si la tracción de mi cuerpo se transformara en felicidad, las hormonas hacen lo suyo, y me felicito; me aplaudo, me acaricio el alma tras tantas veces que fui tan dura conmigo. Decido ponerle un fin a los desórdenes que me alejaron estos días de este hermoso momento, a los miles de pensamientos que gritan juntos, al desorden de la casa, a la falta de tiempo en silencio, a las pocas horas de sueño. Decido quedarme aquí, en este estado equilibrado, solemne y ordenado que me permite sonreír. Me prometo estar advertida de cómo pierdo y cómo recupero mi paz.
Hoy me reencontré con mi Chi, le di amor y energía, me di equilibrio y seguiré corriendo siempre conmigo por sobre todas las compañías.