viernes, 25 de noviembre de 2016

Epifanía

Es difícil pensar que pude haber transitado 32 años de mi vida con una mujer, una niña que creció conmigo, una adolescente; estudiante y novia, amante e hija; tan diferente a quien es hoy.

Soy tránsito de esa niña; porque me imagino que pueda sucederme, que tras otros 32 años, o más; o menos; pueda estar escribiendo esto mismo, sobre mí misma a mis 32 años; comparándola con una señora de 50 o con una abuela de 70... seré abuela? a los 70 o no hice bien las matemáticas? (tengo 32, a días de mis 33, no me casé, no tengo hijos bautizados - ja! cómo Dios manda? - ; supongamos que soy madre a mis 35, o 37; para mis 70, un hijo mío tendría 33 o 35... bueno, puede ser; que a los 70 escriba sobre mi misma mirando a mis nietos en un portaretrato al lado de mi cama, pensando en que no reconozco del todo a esta joven de casi 33.).

Llegaba a casa. Hoy elegí volver escuchando música; cosa que hace tiempo que no hacía. Me había olvidado lo que me relaja; no como los masajes de pies que me hacen dormir con ojos abiertos; pero un relajo mental. El poder de la música de llevarnos a otro estado; a darme fuerza corriendo o regalarme un momento de conexión conmigo y total abstracción de lo que me rodea. Escucho ¨What a wonderful world¨ y lo primero que  pienso es en la voz de este hombre; gracias a quien sea por habérmelo regalado y poder escucharlo, una de esas voces como Barry White y tantos otros anónimos que en mis épocas de telemarketer para E.E.U.U., les daba parla para escucharlos. Espero el 93 que me lleva a Plaza Italia y me trae a casa. En la otra esquina de la cuadra empieza la plaza de 14 de Julio, o tal vez termina ahí, pero allí veo a dos personas, caminando, llegando a la esquina, debajo de esa gran copa de un árbol petiso (no tengo idea qué árbol es), pero les da un marco, la oscuridad perfecta para la sombra ideal de mi videoclip. Suena Armstrong y ellos parecen saber la melodía exacta. Pueden estar peleando, pero a mis ojos, sólo bailan, se detienen, se miran con paz y piensan ¨qué mundo hermoso¨ y yo disfrutando de ello pienso: qué mundo hermoso.

El viaje de siempre; mis ojos en la pantalla, mi compañero de asiento que; si bien es grandote; no sería necesario viajar con las piernas abiertas cual parturienda y hacerme viajar casi al borde de mi lugar. No le digo nada, entiendo que es una persona grande; pero me muevo molesta y entiende el gesto un poco y se acomoda. Sigo en mi pantalla, no veo a quien sube ni baja, ni tampoco por dónde vamos. Conozco el recorrido, pero suelo ir paseando; hoy no, hoy me pierdo de la vida como muchos, mirando mi pantalla.

Llego a casa, qué lindo es caminar con banda sonora. No me acuerdo lo que suena. Llamo al ascensor y comienzan los acordes. Lo reconozco; sonrío... parece a propósito. Guaranteed. y son las manos de Eddie Vedder tocando la guitarra y cuando menos lo espere, lo escucho cantándome al oído. No me canta a mí; pero yo canto con él. Viajo sola, me miro frente a frente durante 13 pisos y canto: ¨That all my destinations will accept the one that´s me, so I can breath¨  La casa está sola, a oscuras; pero veo toda la ciudad con sus luces. Dejo las llaves sobre la mesa, me quito el peso de encima, camino sin prender las luces. Voy al balcón. Seguimos cantando con Eddie - ¨... and a teacher nin my soul¨ - . Noviembre, caluroso Noviembre; me regala el aire fresco de las diez de la noche, ya son casi las once. Sonrío, no puedo dejar de hacerlo. Estoy conmigo, con esa niña que no reconocía, pero me trajo hasta aquí. Soy yo. Soy la misma que muta, que evoluciona, que cambia, que hoy sonríe porque esta canción me hizo llorar muchas veces; porque me he marcado la piel con su letra, porque fue como el mástil de un barco que se hunde; lo último que quedaba, la mano del ahogado que aún pide ayuda. A mí, a mí me cantaba, me pedía ser libre, no ser aquel enjaulado admirando un alma libre y juzgándola por cobarde. 

¨Teacher in my soul¨, dice uno de mis tatuajes; pero no por amor a la docencia, aunque lo soy, sino por entender que esa niña que fui, aún lo soy, aún me habita y me enseña más de lo que este adulto cree aprender. Maestros de nuestra historia, que nos vamos contando de a poco cómo somos, cómo sentimos, hoy qué necesitamos. Todo llega, leía hoy en el pie de una foto de una amiga. Claro que sí Paulita; todo llega. Y un día nos llegará a todos, así que hoy; a días de cumplir 33, de concluir mi vuelta al sol, de mirar hacia atrás todo el dolor, de abrazar ese dolor y seguir; respiro en este balcón, de mi casa, del piso 13, vacía aún pero esperando a que llegue él; feliz de saber que esa niña que aún me habita, también sonríe, he aprendido... mucho.

Hoy, soy feliz.